Paz empieza esta parte esbozando la imagen de un convento bastante moderno,
es decir, con una moral relajada, comodidades y jerarquía más o menos tenue. De
esta manera, afirma que había en los monasterios tres criadas por cada monja; celdas
individuales, grandes, capaz de albergar una familia entera; nunca se cumplió regla de comer en común,
cada quien podía comer en su celda. Y para rematar, según Josefina Muriel “en
1701, hubo motín de monjas para
matar a la abadesa.”
La historia académica
remueve estereotipos falsos y prejuicios del que ve desde el presente, nos
acerca al momento histórico, nos identificamos con los contemporáneos de Sor Juana.
Y sobre todo, nos identificamos con ella misma. Según Paz, Sor Juana es “humana, demasiado humana” porque
renunció a ser santa ni diabla. Frente a las opciones, ella tomó la más moderna, humanista, individualista,
moderna, liberal. Como parte de este acercamiento con el biografiado, un
desliz ficcional de Paz: la pinta a ella siempre sonriendo (178). ¿Paz está
leyendo el presente en el pasado? ¿O Sor Juana se adelantó a su época?
Quizá ambas.
La investigación de Paz se
sustenta, como siempre, en una investigación seria. Para empezar, tiene una investigación de archivo. En un
documento de Fray Payo, se cuenta cómo Sor Juana le faltó el respeto a una
superiora. Esto demuestra, en alguna medida, seguridad en sí misma y libertades
dentro del monasterio.
En cuanto a su pensamiento
vanguardista, Paz realiza una investigación
intertextual del Neptuno alegórico,
el arco triunfal con el cual recibió al virrey, Paz se lanza a averiguar qué
libros pudo haber leído. Una de sus conclusiones es que leyó libros enciclopédicos o de compendios,
más que obras originales. Esto la pinta a ella en analogía con, por ejemplo,
Borges. Ambos espíritus ávidos de conocimiento y dados en ocasiones a lo
superficial. Paz dice que: “escondía que sus noticias eran de segunda
mano”. (214)
Y, por último, a la filosofía
de la época que era, según él, un hermetismo neoplatónico renacentista. Tres
elementos principales tenía este pensamiento: neoplatonismo junto con ideas gnósticas y herméticas; la nueva
ciencia, astronomía y física; junto
con una visión mágica del universo,
alquimia. El autor modelo era Atanasio Kircher, del cual ella tenía varios
libros. Además de ello, mostrando una erudición singular, Paz escribe después
(316) que Samuel Pepys, contemporáneo de Sor Juana, poseía dos copias de
Kircher.
Paz acepta (227) que no hay un estudio profundo que
afirme la importancia del hermetismo en América, sin embargo, lo propone, sobre
todo basándose en el caso de Sor Juana.
Sor Juana es conocedora y sobre todo admiradora de
la historia y simbología egipcia, núcleo del hermetismo. En sus Obras completas, la palabra Egipto junto
con nombres de ciudades, lugares, ríos, parece en 82 de sus títulos. (236)
Esta afición se justifica, además, por un elemento
clave del misticismo: su valoración del
género femenino. Desde los fedeli
d’amore, sufíes, gnósticos, etc. la mujer como un medio indispensable para
la trascendencia. Paz realiza una labor de interpretación simbólica, clásica
entre los místicos, (232) que consiste en encontrar correspondencias entre
imágenes, diosas, símbolos. De esta manera Sor Juana se convierte en la diosa
Isis. Este hecho no es gratuito, nos transporta a lo que pudo haber
representado esto mismo a Sor Juana. El símbolo
no era imagen vacía, etiqueta, era una traducción, reproducción de lo más
importante del individuo. La importancia de los símbolos en la Colonia.
Por último, cabe mencionar
una alusión velada a la importancia de su trabajo biográfico cuando lamenta que en lengua
española no ha habido grandes biógrafos ni memorias. (205) Su investigación y
biografía en este tercer libro cumple con los parámetros establecidos desde el
inicio. Es decir, existe una reconstrucción de la sociedad, el gusto y la
filosofía de la época. A esta se agrega la personalidad de Sor Juana quien,
cada vez más, se convierte en la Sor Juana de Paz, una persona avocada, amante
del conocimiento, demasiado humanista y adelantada a su época, una época de
ortodoxia e intransigencia religiosa y sexual.
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