Si en el libro anterior, Paz inicia con la descripción de un monasterio demasiado moderno,
este libro lo inicia con una sociedad en
realidad jerárquica y ortodoxa, ajena a la nuestra. Afirma que el
comportamiento de la corte es más que
una etiqueta, es una cultura (251), una sociedad jerárquica donde los vasallos deben lealtad al señor y los
súbditos al príncipe (253). En esta sociedad, Sor Juana también destaca como alguien que supo aprovechar su “tráfico de influencias” (258) El lado humanista y místico del libro anterior
se ve atenuado en éste con una introducción más mundana y realista. Sor Juana entre la idealización y el realismo.
Aborda después la relación entre Sor Juana y la virreina María Luisa. Continúa con
una exposición entre lo posible, lo
sugerido y lo poético. Los poemas que la monja le escribió a María Luisa
son eróticos y demuestran un fuerte amor. A éste, Paz lo justifica diciendo
que: “las expresiones encendidas y las imágenes retóricas podían ser vistas y leídas como metáforas y figuras
retóricas de dos sentimientos reales: el agradecimiento y la devoción del
inferior al superior.”(266) Y sobre el gusto
de la época, escribió en el libro anterior, que era muy distinto al
nuestro, heredero del romanticismo: “Para ser reconocida, la experiencia
individual tenía que adaptarse a los arquetipos concebidos por la filosofía y
la retórica”
Aún así, Paz se extiende
después en una larga disquisición del
amor, y rescata, como en su libro La
llama doble, la participación del espíritu.
Los grandes místicos, entre ellos Dante, hablan de una relación de amantes que
dejaban de verse para ver a un tercero, ver arriba, ver el espíritu. Esta
definición le permite sugerir que si bien Sor Juana y María Luisa no fueron
amantes, y los poemas cumplen con una tradición de la época, sí, en cambio, se amaron espiritualmente y
ese amor trascendió en los poemas. Paz no deja de ser Romántico (y
Biógrafo) porque cree en la relación estrecha entre vida y creación.
Este sentimiento que rebasa
el de un súbdito a su princesa, o el amor de amigas, se ve reflejado en la publicación,
por parte de María Luisa en España, de la obra entera de Sor Juana. En toda su
vida, ella la defendió y la publicitó en España.
Este sentimiento
de amor es el que, curiosamente, Paz
ubica también en el centro de la biografía. El amor para describir la
relación entre el biógrafo y el biografiado, un intento de comprender y
simpatizar con el otro, “adivinar sus reacciones.” (261) El objeto de la
biografía es “convertir al personaje lejano en un amigo más o menos íntimo”
(261) Así como Sor Juana sintió un amor
espiritual por María Luisa, inspiración de su mejor obra, Paz siente ese mismo
amor por Sor Juana al escribir su biografía.
Por último, retoma
varios temas que había abordado en capítulos anteriores. Los temas se van
repitiendo en toda la obra, se retoman en forma de variaciones que confirman lo
ya sugerido o expuesto. Esta es una de las grandes hazañas de Paz, controlar
todos los hilos de la historia o, en otro símil, se trata del malabarista que al arrojar una bola
sabe que la va a retomar de nuevo y así sucesivamente; ninguna bola es arrojada
en vano.
- La idea del encierro en la biblioteca del abuelo con la imagen de la celda monástica, pero se trata de un encierro productivo, circular, en espiral que avanza. (321)
- La filosofía de la época, un neoplatonismo a espaldas de la ciencia. Esto se demuestra, entre otras cosas, con la confusión de Sigüenza y Góngora, combina a Descartes y Kepler con místicos (344). Según Paz, este conflicto es el de su generación, una sociedad sumida en la escolástica y la ortodoxia que veía, de soslayo y con suspicacia, los avances de otros países protestantes.
- Sor Juana como alguien rebelde, interesada en el conocimiento. “Durante veinte años, en un equilibrio ganado cada día, siempre inestable y a punto de quebrarse, pudo leer y escribir con relativa calma.” (353)
- El monasterio como un lugar relajado, sociable, ideal para el intercambio de ideas y literatura. Exageración ficticia: “entre trazas de chocolate, bizcochos y frutas”(355)
- Paz introduce un elemento nuevo, a manera de novela de detectives, nos habla del próximo gran enemigo, el más temible: “la amenaza más grave contra su independencia y seguridad comenzó el día en que Francisco de Aguiar y Seijas fue nombrado arzobispo de México”. (354) Se acerca el último desafío, el que aportará la clave para responder la pregunta inicial: ¿por qué renunció Sor Juana a su ideal de vida?
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